En la clase de tópicos selectos de agricultura orgánica cinco estudiantes de posgrado fuimos asignados con el grupo de licenciatura en el curso básico de dicha materia. En un principio estábamos tan desconcertados como ellos mismos. ¿O sea? ¿Cómo? ¿Yo, estudiante de doctorado en la clase de licenciatura, con los alumnitos? En realidad fue muy divertido, aprendimos mucho de ellos y nos contagiaron de una energía particular que emana de la esperanza por el futuro, aunque este parezca incierto.

Mi directora de proyecto era la titular de dicha cátedra y es conocida por exigirle a sus alumnos preparar una investigación puntual. Recuerdo que durante una exposición, el equipo designado para hablar de las lombrices de tierra, había tenido poco tiempo para preparar su tema, como la doctora se diera cuenta de este insignificante detalle, les preguntó sobre la anatomía de la lombriz, específicamente de cómo comen las lombrices, cómo es su boca y, si tienen dientes, cómo los usan. Ingenua como soy, estuve a punto de levantar mi mano para participar, pero... sentí la flamígera mirada de nuestra profesora, así que quedé petrificada mientras los chicos buscaban desesperadamente en el internet la estructura mandibular de las lombrices. Minutos después nuestra querida profesora permanecía inmutable, yo congelada y los chicos buscando desesperadamente el aparato mordedor de los anélidos; en ese momento la doctora salió, tiempo después supe que para morir de risa a gusto, mientras que yo, como no tenía corazón para dejarlos con la duda, les mostraba la imagen detallada de la Eisenia fetida, sin dientes, por supuesto.

Rocío Sánchez Rosales
Estudiante de doctorado de ciencias hortofrutícolas, FACIATEC, UACH.
Chihuahua, Chih.