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Filosofías humanistas ante tiempos difíciles

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  • Diciembre 18, 2020

Dr. Arturo Rico Bovio

Facultad de Filosofía y Letras

La Filosofía ha sido siempre una respuesta reflexiva a los tiempos que se viven: sus retos, sus problemáticas, sus circunstancias. La palabra del filósofo es crítica y personal, parte de una experiencia razonada y se dirige a los demás: lectores o escuchas, buscando compartir una perspectiva propia, con el afán de aportar ideas, temáticas, orientaciones a quien se acerque a escucharlas o leerlas. No es una voz que clama en el desierto, sino una invitación a pensar y discurrir formulada por gentes entrenadas en la reflexión. La tomas o la dejas; si es lo primero se abrirán muchos horizontes para organizar tus ideas y tu vida al lado de otros.

Mueven a filosofar por igual las crisis que el equilibrio. La desesperación y la armonía pueden dar motivo a importantes reflexiones. Es el mismo caso de lo dionisiaco y lo apolíneo en el Arte: son dos orientaciones distintas pero igualmente importantes, que dependen del temperamento y de las condiciones de la existencia de sus autores. Hay filosofías de la angustia y de la admiración. Cosa de los tiempos que se vivan, de lo que estemos pasando personal y socialmente.

Períodos de la Historia como el que experimentamos hoy, con una pandemia de dimensión planetaria, impulsan a construir un filosofar que tiene especiales características:

Primeramente nos convoca a todas y todos a participar en la tarea del pensamiento crítico, que para afrontar una época de miedo e incertidumbre debe abandonar la actitud pasiva de dejarnos llevar por las circunstancias (esperar cuál será nuestro destino), para ponernos a repensar cuestiones como la estrecha relación entre la vida y la muerte, el valor relativo de las cosas materiales, la función que deben desempeñar los gobiernos y los grupos de poder en la solución de las necesidades de la ciudadanía, especialmente de los que no tienen recursos o han perdido su trabajo y a sus familias.

Nos exige revisar los principios que deberían orientar la vida humana personal y colectiva; atrevernos a llevar nuestro pensamiento hasta el abordaje de los valores, abandonados por el escepticismo pragmático que quisiera dejarlo todo al ejercicio de una libertad humana sin riendas, donde lo único que importa es uno mismo y, si mucho, los nuestros.

Las crisis colectivas, sobre todo las que tienen las magnitudes de catástrofe de la de hoy, nos llevan a encarar las actitudes egoístas con lentes más sensibles al dolor y a las necesidades de los otros, aquí y en otras partes del mundo. La Filosofía recupera la problemática del ser humano y la replantea: ¿debemos seguir sosteniendo un modelo de sociedades regidas por el lucro y el deseo de placer y poder? ¿Qué tanto somos una especie de tejido social, que respira y se alimenta con el apoyo de los demás? ¿Me puedo pensar sin la participación de otros, unos cercanos, otros anónimos, que han hecho posible mi lenguaje, la casa donde habito, de lo que me alimento, los rasgos de identidad de mi cultura?

Aunque se hable de entrar en “una nueva normalidad”, el planeta ya no será el mismo. Surgen, y surgirán más, especulaciones sobre los posibles culpables y de las deseables metas por alcanzar. Necesitamos más filósofos que en lugar de favorecer la paranoia colectiva, nos ayuden a buscar respuestas a los clásicos problemas de qué somos, cuál es nuestro lugar y papel en el mundo y cómo podríamos construir una sociedad más sana y mejor orientada sobre criterios de justicia, que reconozca nuestro parentesco y pertenencia al entorno natural de los otros cuerpos, semejantes y diferentes a nosotros.

Cada vez que los acontecimientos dramáticos nos llevan a perder la brújula, en lugar de abrazarnos a ideologías que nos radicalizan y conducen a ver el peligro en la cercanía de los semejantes que no forman parte de nuestro círculo de afectos, ¿por qué no asomarnos a la Filosofía Humanística que viene apareciendo por episodios, desde la Grecia Clásica, el Cristianismo y en la sabiduría de las etnias ancestrales? No para aceptar todas sus afirmaciones, sino para recuperar nuestra olvidada capacidad para formularnos interrogantes fundamentales, que puedan conducirnos a pensar y construir sociedades más justas y personas más solidarias y responsables.

Para eso no necesitamos ser filósofos profesionales.

"Luchar para lograr, lograr para dar"


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