“Solidaridad y Compromiso Ciudadano Global/Local”

Dr. Vladimir Guerrero

Doctor en Literatura (Pontificia Universidad Católica de Chile)

Doctor en Filosofía (Universidad de Leipizg)

Facultad de Filosofía Letras (UACH)

¡Vamos!¡Vamos!¡Ánimo! Pienso en este fraseo, en estas palabras solidarias que nos lanzamos entre mi esposa, mis dos jóvenes hijas y yo cuando salimos a caminar o a trotar. Las expresamos cuando alguno de nosotros se rezaga en el camino. Pienso en esto ahora que me han invitado a reflexionar por el “Día Internacional de la Solidaridad”.

Son palabras de aliento, de apoyo que mi familia y yo practicamos frecuentemente. Las pienso también -debo decirlo- desde nuestros espacios de privilegio. Porque -afortunadamente- esas palabras no han sido pronunciadas -hasta ahora- desde calamidades insuperables como la huída del lugar o del país de origen, desde el miedo a la muerte, desde el acecho de las armas, de las bombas, del sonido de la guerra.

En la página web de la ONU puede leerse lo siguiente:

La solidaridad se identifica en la Declaración del Milenio como uno de los valores fundamentales para las relaciones internacionales en el siglo 21 y para que quienes sufren o tienen menos se beneficien de la ayuda de los más acomodados. En consecuencia, en el contexto de la globalización y el desafío de la creciente desigualdad, el fortalecimiento de la solidaridad internacional es indispensable.

En la referida: Declaración del Milenio (firmada por distintos Jefes de Estado y de Gobierno en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York el 8 de septiembre de 2000) se afirma para la `Solidaridad´ lo siguiente: “Los problemas mundiales deben abordarse de manera tal que los costos y las cargas se distribuyan con justicia, conforme a los principios fundamentales de la equidad y la justicia social. Los que sufren, o los que menos se benefician, merecen la ayuda de los más beneficiados” (02).

Las citas anteriores se regulan y se confrontan desde un grupo de palabras o conceptos muy importantes de pensar y de re-pensar con incansable insistencia: sufrimiento, carencia, desigualdad, problemas mundiales, cargas, costos, los que menos tienen, los que sufren, los más acomodados, los más beneficiados, justicia, equidad, justicia social. Quienes trabajamos desde los “estudios sobre las violencias” en la investigación académica sabemos que la queja de San Juan: “Vox clamantis in deserto” se convierte muchas veces en una certeza frente a las indiferencias sociales ante el sufrimiento de grupos y de personas en desgracia o en condiciones de vulnerabilidad.

Pero, también mantenemos sólidas esperanzas en la empatía humana como principal motor de la solidaridad. Desde la importantísima: Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789 -donde se hace constar que: “ (...) la ignorancia, el olvido o el menosprecio de los derechos del Hombre son las únicas causas de las calamidades públicas y de la corrupción (...)” (Párr. 01) - hasta la Declaración del Milenio; podemos observar el interés de las naciones y de los pueblos del mundo en recordar, en no olvidar que nos debemos a los otros, a las otras. Que el equilibrio, la igualdad, la paz y la fraternidad no son posibles sin la convivencia civilizada y la justicia social.

No son tiempos de serenidad, lo sabemos todos y todas. Lo “sereno” hace referencia en su etimología a un cielo sin nubes, pero nos llegan como borrascas las imágenes de las desgracias, que acompañan como lobos al acecho a todas las migraciones forzadas, a las miserias de comunidades enteras. El Mar Mediterráneo se ha convertido en una enorme tumba submarina para una gran cantidad de migrantes que intentan cruzarlo en su búsqueda de la paz y de la tranquilidad en el continente europeo; lo mismo para el Desierto de Sonora/Arizona y también para todo el territorio mexicano que puede ser un territorio muy peligroso para los hermanos y las hermanas centroamericanas que huyen de la violencia y/o de las faltas de oportunidad en sus países de origen. Afganistán es ahora el epicentro de una de esas calamidades que nos conmueven en sus aconteceres.

Como miembro de la comunidad universitaria, les animo a no olvidar, a ser empáticos/empáticas con la otredad. Tratemos de caminar en los zapatos de los y las que sufren, que padecen hambre, miseria, bullying, acoso, dolor, violencia. No es casual que los textos que tratan de testimoniar estos dolores y estas penas de la humanidad entera recurran al diálogo transitivo en el que nos puede conducir la memoria. Cierro estas reflexiones con algunos versos de unos de los libros más solidarios que se han escrito en los últimos años del México contemporáneo. Me refiero al Libro Centroamericano de los Muertos o Brevísima Relación de la Destrucción de los Migrantes de Centroamérica de Balam Rodrigo. Un palimpsesto que re-escribe otro libro de la empatía y de la preocupación por el otro: Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias (1552) de Fray Bartolomé de las Casas.

Y Dios también estaba en el exilio, migrando sin término; viajaba montado en La Bestia y no había sufrido crucifixión sino mutilación de piernas, brazos, mudo y cenizo todo Él mientras caía en cruz desde lo alto de los cielos, (...) y era su sufrimiento tan grande como el de todos los migrantes juntos, es decir, el dolor de cualquiera; antes, mientras estaba Él en Centroamérica, esa pequeña Belén hundida en la esquina rota del mundo, nos decía en su sermón del domingo, mientras bautizaba a los desterrados, a los expatriados, a los sin tierra, a los pobres (...) (13-14)

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